Una calurosa mañana de julio, Mihai monta en la silla de su más querido amigo, su motocicleta Doyle, dice adiós a amigos y seres queridos y se embarca en el más largo de los viajes. LO ha pensado desde que escuchó a alguien hablar de Mongolia en una conversación telefónica. En cuatro meses, si Dios quiere, irá y volverá de Mongolia, unos 26.000 kilómetros.