Agua de un azul índigo, la brisa entre las palmeras, un cóktail. Hemos llegado a Fiji. Nos alejamos de las playas para conocer Lovoni, un pueblo pintoresco instalado en el cráter de un antiguo volcán.

En la isla principal de Fiji haremos rafting entre desfiladeros llenos de cascadas.

Volamos a la isla de Tanna, en Vanuatu. Hay árboles arrancados, pueblos destruidos. Son las secuelas de un ciclón devastador. Pero encontramos tribus aguerridas, que construyen sus casas en árboles colosales. Además, nos asomamos a la puerta del infierno: el cráter del volcán Yasur.

En la isla de Espíritu Santo, en Vanuatu, viajamos hasta un pueblo donde un hechicero asegura que es capaz de desviar el rumbo de los ciclones. Cerca de allí, en un río de aguas cristalinas, varias mujeres nos regalan la danza del agua. Usan las manos y el agua como percusión.

Buceamos en la bahía del millón de dólares es un cementerio de vehículos de la Segunda Guerra Mundial. Bajo el agua hay un bosque de jeeps, tanques y corales. Descendemos 30 metros para acceder al interior de un barco derribado. En la isla de Pentecostés somos testigos de uno de los ritos de iniciación más peligrosos del mundo: el Nagol. Desde 15 metros de altura, los hombres saltan al vacío atando sus pies sólo con lianas.

La capital de Samoa es un lugar animado, con iglesias de colores y mercados llenos de gente, pero Daniel tendrá que visitar el hospital de nuevo, por una extraña picadura que le ha hinchado el pie.

Más o menos recuperado, visitará los campos de lava y los agujeros de viento donde las olas  explotan de forma abrupta en la costa de la isla de Savai. En la isla de Manono, veremos cómo confeccionan los tatuajes tradicionales de Samoa.