Se trata de una película de ciencia ficción rusa de 1959 cuyos derechos fueron adquiridos en su momento por Roger Corman. Con el fin de adaptarla a los gustos de la platea americana, Corman contrató a un jovencísimo Francis Ford Coppola, entonces estudiante de cine, para que hiciera cambios, así que este alteró la película original doblándola al inglés como le vino en gana y rodó insertos en los que hacían acto de presencia una serie de monstruos espaciales de aspecto un tanto “genital”.