La película de David Blair hizo historia al ser la primera película distribuida en Internet. Esta naturaleza digital nos lleva a pensar en ella desde códigos que la propia película emplea en su realización: la mezcla de fuentes de las imágenes, el found-footage, el pixel y la imagen borrosa. Todo ello resulta en una película que pone de manifiesto un discurso sobre las relaciones de las telecomunicaciones, los medios y la guerra. Pero Wax, en la que el propio Blair interpreta a Jacob —un hombre que se implanta un chip que le lleva a sufrir alucinaciones— es una epifanía, una suerte de gran alucinación cibernética desbordante de simbolismos e imaginarios sobre la manipulación y la construcción de significados.
NO RECOMENADA A MENORES DE 18 AÑOS