A través de una punzante observación, complejos habitacionales bajos, altos, anchos, angostos, amarillos, anaranjados, marrones, de cortinas verdes, o de ventanales blancos, unidos por ropas colgantes, o separados por plazas con fuentes, algunas con agua y otras con palomas, en una periferia. El mito se construye en un espacio, en una ciudad específica, pero que podría ser cualquier ciudad. En un barrio. En ese barrio, un hombre dormita en su tienda de alimentación durante una calurosa tarde de verano. Los edificios también dormitan. Pero un sueño premonitorio sobresalta al hombre de la tienda. Al día siguiente, la ciudad habrá cambiado para siempre y nadie recordará cómo volver a casa. Hace falta un mapa para entrar, o un mapa para escapar. Como en los mitos y leyendas, hay un laberinto que se levanta ante nosotros. (IG)