Carlota, cómo tantos jóvenes hoy en día, no sabe qué hacer con su futuro. ¿Seguir estudiando? para qué… Su tío Luís cumple una vieja promesa y la invita a unirse en su próxima aventura con el famoso arqueólogo Eudald Carbonell. Los tres harán un extraordinario viaje al pasado que los llevará a recorrer cuatro continentes en busca de las llaves que han de abrir las puertas del futuro a la humanidad.

El viaje empieza en África con un safari al inicio de todo. Allí la joven descubre cómo el juego de la selección natural que ha regido la vida desde su origen acaba dando lugar a un nuevo tipo de filtro: la selección cultural. Encarnada en nuestra especie hace que el hombre sea el único animal que pueda elegir; hacerlo bien o mal está en sus manos. Provistos de la selección cultural salimos de África para conquistar el mundo y ahora el viaje nos lleva hasta las gélidas tierras del norte, Laponia, donde nuestra especie africana tuvo que innovar para adaptarse a las nuevas condiciones. Allí el reno fue la gran solución. Nos asociamos a nuestra despensa pero seguimos siendo nómadas ¿dónde dejamos de serlo?

La pregunta nos lleva hasta el Fértil Creciente. En Turquía Carlota descubre que dejamos de ser cazadores recolectores nómadas para convertirnos en ciudadanos construyendo templos, una actividad vinculada al arma más poderosa que nos ha dado la selección cultural: el conocimiento. Agruparnos en ciudades exigió un nuevo orden. Esta jerarquía acabó con la igualdad imperante entre los cazadores recolectores y nacieron la propiedad, la aristocracia y los ejércitos. La nueva humanidad caminaba hacia los imperios. Y hablando de imperios, la última etapa de este viaje nos conduce hasta la Península del Yucatán donde hace mil años el gran imperio Maya despareció de forma misteriosa. ¿Hecatombe, desastre natural, guerra?

Carlota descubre que la respuesta es mucho más sencilla, desaparecieron por hacer mal las cosas. Se enfrentaron a un cambio climático desde la ignorancia. Confiaron su suerte a un líder y a sus castas cuya única solución al problema fue cortar cabezas. Una civilización en crisis enfrentada a un cambio climático, ¿os suena? La diferencia está en que hoy lo sabemos y podemos elegir, si no lo hacemos la selección natural elegirá por nosotros. A elegir pues señoras y señores de qué lado ponemos el pie.