Capítulo VI: Galaxias de sonidos (La metáfora astronómica)

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Capítulo VI: Galaxias de sonidos (La metáfora astronómica)

Esta sexta sesión del ciclo rastrea las evocaciones que los astros y ciertos fenómenos relacionados con el cosmos han suscitado en autores muy diversos. Las obras reunidas bajo este criterio abarcan un arco temporal que encuentra sus primeros hitos en la década de los años setenta del siglo XX —en contextos frecuentemente vinculados a la psicodelia y al rock experimental— y se extiende hasta la actualidad, pues los últimos hallazgos cosmológicos han inspirado nuevas propuestas —o, por lo menos, ciertos títulos— que continúan evocando la vastedad del espacio sideral.

La de Eduardo Polonio (1941) es en este ámbito —como en tantos otros— una figura precursora y especialmente notoria, pues en su amplísima producción compositiva son extremadamente frecuentes las referencias astronómicas (incluyendo su ópera Uno es el cubo, de 1995, dedicada a Kepler y construida a partir de los textos del científico alemán, que se acompañan de otros de Newton, Platón, Pitágoras, Jámblico, Estobeo, Copérnico y Ptolomeo). Nosotros comenzamos con un fragmento de otra obra, igualmente representativa de sus trabajos de finales del siglo pasado (una etapa creativa que, de hecho, se extiende hasta nuestros días): En un eclipse, en un eclipse total, en un apagón general del Universo.

Esas delicadas texturas sintéticas se combinan con otros sonidos, en este caso de procedencia acústica —interpretadas por los miembros del grupo instrumental Cosmos, tan pertinente en una sesión como ésta—, pero cuyos rugosos y perfilados contornos tímbricos pueden remitirnos al más radical ruidismo electroacústico. Se trata de la pieza Casiopea, op. 83, que lleva como subtítulo “Música Matérica XXXIV”, pues forma parte de ese amplísimo ciclo que su autor, Carlos Galán (1963), viene trazando durante las últimas décadas en la complicidad del citado ensemble, que también dirige.

De Xoán Anleo (1960), que combina la actividad musical con su trabajo como artista visual y profesor de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Vigo, escuchamos “Fuerza de gravedad débil”, una pieza próxima a la drone music (o música pedal, para usar una expresión más cercana a nuestro idioma) incluida en el disco Resonador de membrana.

La aspereza industrial de la pieza anterior contrasta con las suaves melodías entretejidas por Secta Sònica (uno de los grupos fundamentales de la “escena laietana” surgida en la Barcelona de los años setenta) en su composición Astroferia. Extraemos esta grabación de la modélica antología titulada Alter Músiques Natives, que editó en 1995 el Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya. Más adelante sonará una composición de un grupo relacionado, a su manera, con ese mismo circuito: Suck Electrònic Enciclopèdic (será la pieza Ciència Ficció, incluida en uno de los tres discos que acompañan al fundamental libro La ciudad secreta. Sonidos experimentales en la Barcelona pre-plímpica 1971-1991, de Jaime Gonzalo).

El barcelonés Javier Hernando —cuya música se escuchará más adelante— es uno de los mayores conocedores de aquella escena, tal y como se constata en un texto sobre el último conjunto mencionado que Hernando publicó en su —igualmente recomendable— blog Ojos de músico extraviado. Allí, en una entrada fechada en 2012, podemos leer —venciendo una peculiar sintaxis— que “SEE presentaban muchísimas singularidades que les distinguían claramente de la escena laietana barcelonesa de entonces, desde su instrumentación marcada por moogs o los legendarios audiogeneradores Duy hasta la inclusión de dos baterías, música electrónica más que como estilo como medio a verdaderos light shows de influencia psicodélica, pero con un toque de agitación urbana (que les diferenciaba claramente de los devaneos más cósmicos de los Neuronium de Michael [sic] Huygen, quien por cierto estuvo en una de las primeras encarnaciones del grupo) y textos de autores como Gregory Corso o Tristan Tzara, hasta se atrevían a versionear [sic] a Kim Fowley”. Nada casualmente, la música de Neuronium —concretamente un fragmento de Quasar 2C361— servirá para cerrar esta sesión de escucha.

La pieza Luna grande, del compositor y thereminista Joaquín Medina (1955) —vinculado durante décadas a la Universidad de Granada—, procede de otra compilación bien diferente, en este caso un cedé editado en 2001 con el título “Música electroacústica en el Festival de Granada” (donde también se recoge, por cierto, la obra de Eduardo Polonio presentada al inicio de esta sesión). La sofisticada composición de Medina, surgida en un contexto académico, dialoga aquí con En Marte hay vida de Nacarid López, artista de origen venezolano radicada en Sitges que se dedica principalmente a la terapia a través del sonido. Este trabajo se pudo escuchar dentro de la controvertida exposición “Audiosfera. Experimentación sonora 1980-2020”, comisariada por Francisco López para el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía entre octubre de 2020 y febrero de 2021.

La multiplicidad de ámbitos estéticos que pueden entrelazarse mediante la metáfora astronómica alcanza también a la improvisación libre: dos figuras tan reconocidas en este terreno como el pianista Agustí Fernández (1954) y el saxofonista Mats Gustafson (1964) grabaron en abril de 2013 el disco Constellations, que incluye la pieza titulada “Ursa” —cuyos agitados sonidos se mantienen aquí en diálogo con Luna grande—, y que el sello Clamshell Records publicó dentro de su prestigiosa serie Vector.

Ese diálogo se extiende a continuación hacia otra propuesta en la que conviven los instrumentos acústicos y el procesamiento digital de su señal sonora. Estela, para viola y electrónica en vivo —con Carlos Seco e Ignacio Monterrubio, respectivamente, como intérpretes— fue escrita en 1996 por Maite Aurrekoetxea —quien, además de su labor artística, se desempeña como directora del Conservatorio de Bilbao— y se incluyó en la antología discográfica que celebraba los primeros veinticinco años del Laboratorio de Música Electroacústica del Conservatorio de Vitoria (fundado en 1985 gracias al impulso del compositor Carmelo Bernaola). Más adelante se escuchará Horizonte de sucesos, de Adolfo Núñez, pieza procedente de otra edición discográfica conmemorativa de otros veinticinco años: los transcurridos desde la fundación, en 1987, de la AMEE (Asociación de Música Electroacústica de España).

El verso lorquiano “Se ha quebrado el sol” da título a la pieza de Edith Alonso (1974) que pone fin a su disco Χ​ώ​ρ​α, en el que resuenan sintetizadores analógicos como el Korg MS20, el Moog Minitaur o el Analog Keys de Elektron. Esos timbres saturados y vibrantes dan paso a Ciència Ficció, la ya aludida obra de Suck Electrònic Enciclopèdic, con sus repetitivos glissandi. Ésta, a su vez, se funde con Órbita, de Santiago Latorre, tercera de las nueve composiciones incluidas en el disco homónimo que editó el sello discográfico Accretions en 2008.

Los elementos electrónicos procedentes de músicas populares (o, al menos, no académicas) siguen cada vez más presentes en el tramo final de esta sesión de escucha. Primero nos trasladan desde los elementos jazzísticos incorporados por Latorre (con un claro perfil melódico y aún más diáfana base rítmica) hacia los sintetizadores de José Guillén (1964) en “Perihelio”, una pieza integrada en el disco Órbitas, editado en 2015 por el netlabel Plus Timbre. El compositor canario presenta así esta composición: “La relación entre dos cuerpos en rotación atrapados en sus órbitas es el punto de partida de este trabajo. Más que concentrarme en aspectos matemáticos y físicos, he intentado crear una poética que me sirva de inspiración a la hora de improvisar. Esta poética tiene que ver con la relación sutil y compleja entre fuerzas invisibles que producen movimientos simples. Este trabajo se realiza grabando primero una pista y luego grabando la segunda, improvisando sobre la primera”.

Los sintetizadores también protagonizan El archipiélago sideral (una pastoral interestelar), disco del antes mencionado Javier Hernando (1959) que sin duda debe figurar entre los más cuidadosamente editados en nuestro país. Pertenece, de hecho, a la colección de libros de artista “Libros de La Micronesia”, publicada por De la Pulcra Ceniza. En esta ocasión los versos de Rimbaud hacia el final de Le Bateau ivre sirven como punto de partida para una suite que concluye con “Simiente de astros”, la pieza que escuchamos.

A modo de paréntesis académico en este repaso de aproximaciones “populares” (siempre entre comillas) a la temática astral, la breve pieza Horizonte de sucesos de Adolfo Núñez (1954) —quien dirigió durante décadas el malogrado LIEM (Laboratorio de Informática y Electrónica Musical), vinculado al también extinto CDMC (Centro para la Difusión de la Música Contemporánea)— cede el paso a Quasar 2C361, del ya aludido Michel Huygen (también nacido en 1954), y a otra pieza directamente relacionada con los agujeros negros, Black Hole, del dúo Menhir —formado por Coco Moya (1982) e Iván Cebrián (1980)—.

Este último trabajo surgió en el contexto del proyecto “Parámetros para comprender la incertidumbre”, que la artista e investigadora británica Rebecca Collins desarrolló entre 2022 y 2023 como artista en residencia en el prestigioso IFT (Instituto de Física Teórica), vinculado al CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) y a la UAM (Universidad Autónoma de Madrid). El proyecto se expandió posteriormente hasta el centro de creación Azala, dirigido por la artista y coreógrafa Idoia Zabaleta en Álava; allí se celebró, en el verano de 2022, un taller interdisciplinar que reunió a físicos y artistas de diversas disciplinas, y que propició la creación de Black Hole, entre otras obras.

El trabajo de Menhir, con sus reminiscencias ambient, no se aleja de esa tradición experimental que —con menos continuidad (y aún más escasa difusión) en España que en otros países— conversa con músicas que podemos seguir adjetivando como “populares” —siquiera entre comillas—. Como último y destacado ejemplo de esas arriesgadas propuestas intersticiales, tan frecuentes en esta sesión de escucha, la composición titulada “Buscando el sol”, que forma parte del disco Los Movimientos de El Hijo, es decir, Abel Hernández Pozuelo (1973), verifica una vez más la continuidad de unas corrientes estéticas cuyos orígenes pueden ubicarse, también en nuestro país, en la década de los años setenta del pasado siglo.

> Ponente: Miguel Álvarez-Fernández.

Finalizado
Pases:

Todos los pases han sido proyectados.