McEnzie construye una ficción a partir de las historias de los propios protagonistas y sus amigos -un grupo de jóvenes nativos americanos en un distrito de Los Ángeles-. Exiliados de las reservas del sur, bailan, beben, salen, flirtean, asumen (bien o mal) el paso a la madurez. El filme documenta tanto unas vidas como una nueva manera de hacer cine, más libre, en correspondencia a sus propósitos: espacios reales, luz encontrada, fragmentos de vida.