Durante el duelo por el fin de la relación con su antigua pareja, Valentín, Carmen, una joven artista y bailarina, viaja con tres colegas a una casona perteneciente a la familia de Bioy Casares, donde se escapará de su dolor sumergiéndose en la creación de una nueva obra. Invocando el espíritu de la rebelión juvenil de los 70´, los artistas ocupan el viejo palacio y realizan una serie de piezas performáticas inspiradas en artistas cuyas estéticas e ideas políticas ellos admiran. Pero mientras Carmen ensaya las obras, su mente recae en Valentín, y se encuentra imaginando y viviendo la siguiente fase de su relación -de una relación que ya no existe.

Desde entonces, se desarrollará una atrapante coreografía de personas y de almas en desgracia al ritmo de intensas piezas sonoras acerca del duelo (“Volvió una noche”, de Gardel) y la muerte, como la interpretación de “Cold Song” del artista Klaus Nomi. Proeza técnica y visión poética en partes iguales, Si yo fuera el invierno mismo es tanto una declaración personal como una carta de amor al cine radical de los 70.