Capítulo VII: No soy un animal (Fauna sonora)

Compartir en:
Capítulo VII: No soy un animal (Fauna sonora)

En esta séptima sesión del ciclo asumen el protagonismo diferentes especies de animales no humanos. Toros, ballenas, perros de diferentes tamaños y orígenes geográficos, cochinos, medusas, ovejas, bandadas de pájaros, búhos, caballos, hipopótamos, salmonetes (así como otros peces variados), insectos efemerópteros, mariposas y zorros desfilarán —musicalmente hablando— a través de los altavoces de la Sala Borau de la Cineteca.

Desde lejos —tanto en el espacio como el tiempo— nos llega la primera audición, Lament for the Death of a Bullfighter. Una obra compuesta en 1959 que nos invita (o, más bien, nos obliga) a reescribir, y sobre todo a repensar, la historia de la música experimental, no solamente en la escala propia del contexto español, sino también en términos internacionales. La peripecia vital de su autor, Roberto Gerhard (1896-1970), es tan excepcional como su música: amigo de Joan Miró y de Pau Casals, discípulo de Arnold Schönberg, exiliado en Inglaterra tras la Guerra Civil española… Fue en Cambridge, de hecho, donde Gerhard desarrolló la mayor parte de su carrera compositiva, y donde residió hasta su fallecimiento.

Esta obra de Gerhard, que toma como punto de partida el lorquiano Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, ofrece una perspectiva indirecta sobre la animalidad —a través de la experiencia de un torero— que puede complementar otras aproximaciones ofrecidas en esta sesión de escucha. De hecho, la pieza titulada Entre nosotros - Epitafio a las ballenas, de Fátima Miranda, ya presenta, desde su propio nombre, una mayor cercanía entre su creadora —acaso la más destacada vocalista del panorama español— y los cetáceos a los que se interpela (o se recuerda), en una música marcada —en un rasgo compartido con la pieza anterior— por la presencia de la muerte.

Más adelante resonarán planteamientos estéticos más próximos al pensamiento científico —en su vertiente zoológica u otras similares—, pero en la obra para flauta y electrónica titulada El toro (Los misterios de Mitra), el compositor valenciano Gregorio Jiménez (1960) recupera la dimensión mítica del toro —acaso también presente, de otra manera, en la obra de Gerhard—. Jiménez, recientemente jubilado como catedrático de composición electroacústica en el Conservatorio Superior de Valencia (donde fundó en 1995 el LEA —Laboratorio de ElectroAcústica—), también ha desempeñado un papel crucial en la evolución de estas prácticas en nuestro país como presidente, entre 2006 y 2014, de la AMEE (Asociación de Música Electroacústica de España —posteriormente renombrada como Asociación de Música Electroacústica y arte sonoro de España—), que actualmente atraviesa su etapa más pobre, triste, opaca y corrupta desde que se fundara en 1987.

Otro nombre fundamental en la constitución de comunidades vinculadas a la creación sonora experimental en España, Wade Matthews (1955) —cuya labor al frente de las actividades musicales de la sala madrileña CRUCE es tan admirable como generosa—, inicia, en el contexto de esta sesión de escucha, una doble alusión a Luis Buñuel, primero con su pieza Un chien castillan, seguida de Un chien catalán de Vagina Dentata Organ —es decir, el catalán Jordi Valls (1960)—.

Muy tempranamente vinculado con grupos como Throbbing Gristle o Whitehouse, el concepto de “underground” resulta de tan certera aplicación al caso de Valls como al de otro representante paradigmático de su misma generación, el tinerfeño Mataparda —pseudónimo de José Mesa Acosta— (1963). Un cochino suelto y un perro pequeño comparte el espíritu povera y, sobre todo, punk, de Un chien catalán, sea en forma de la más cruda grabación de un motor (en el caso de Vagina Dentata Organ), sea mediante el uso de sintetizadores baratos y una sintaxis sonora deliberadamente básica y repetitiva (Mataparda). No muy lejos de esos paradigmas creativos se ubica el barcelonés Víctor Nubla (1956-2020), que en esta sesión comparecerá reiteradamente con las piezas Medusa, Salmonetes y Pájaros, todas ellas fechadas en 1986 y realizadas mediante un sintetizador Korg MS-20.

Si añadimos a todos los nombres citados en los tres párrafos anteriores el de Juan Antonio Nieto —Pangea— (1961-2022), de quien escucharemos la pieza A Pin for the Dog, el de Francisco López (1964), cuyos Efemerópteros —también de 1986— nos acompañarán más adelante, y el del conquense Julio Sanz Vázquez (1965), que nos acompañará a través de su pieza Caballos (a partir de un poema de José Ángel García), completaremos el repaso ofrecido por esta sesión a una generación —la de autores nacidos en torno a 1960— que ofrece perfiles contrastantes que van desde lo institucional —en muy contados casos— hasta lo (presuntamente) contracultural —mucho más frecuentemente (se trata, al fin y al cabo, de la generación de la “Movida”)—, y cuyas aportaciones reales a la música experimental desarrollada actualmente en España —no hablemos ya del extranjero— aún deben ser oportunamente valoradas.

Reyes Oteo (1982), Josué Moreno (1980) y Nacho Jaula (1978), además de compartir su origen andaluz (proceden de Sevilla, Jaén y Málaga, respectivamente), presentan otro perfil generacional en el que la oposición entre lo escolástico y lo antiacadémico queda ya muy difuminada (como, por otra parte, sucedía ya en la música de Wade Matthews —aunque sea doctor en composición por la Universidad de Columbia—, así como, inversamente, en la de Francisco López —aunque su discurso continúe reivindicando sus inicios en el “underground”—). Obras como La oveja del pie azul (2009), Flocking Behavior (2010) o Madriguera (zorro) (2017) tienen en común una refinada aproximación al plano rítmico, que no descarta —ni mucho menos— la idea de pulsación, sino que la elabora con una sutileza difícil de encontrar en los autores vinculados a la generación antes mencionada —con las excepciones ya referidas—.

En las periferias generacionales de los dos grupos mencionados se ubican autores como el barcelonés Enric Cervera (1952), que en Hipopotame propone una incursión en cierto pop experimental de clara raigambre catalana —una influencia también presente (aunque mucho más cargada de virtuosismo instrumental) en La mariposa de la muerte de la banda Om, activa entre 1969 y 1972 y relacionada con artistas como Pau Riba—. Mucho más joven es la leonesa Hara Alonso (1990), que en What fish hear ofrece una detallada aproximación fonográfica al mundo submarino que, en su relación con la tradición del paisajismo sonoro, puede contrastarse con Ornitophonía (grabación de treinta clases de pájaros), pieza de la vienesa Eva Lootz (1940), pionera en el contexto español del arte conceptual —y, más específicamente, de las reflexiones artísticas acerca de la intervención humana en la naturaleza—.

Finalizado
Pases:

Todos los pases han sido proyectados.