Estar sin estar del todo. Ese parece el lema de Miguel (Andres Gertrúdix, 10.000 noches en ninguna parte, La pistola de mi hermano), que regresa en un viaje de trabajo –buscando localizaciones para una película ajena– a su terra galega: el verde del campo y el azul de la mar emborronados por las ruinas industriales de Pontevedra. Fiestas, conciertos, viajes y flirteos a destiempo, en los que es ya cuestión de vida o muerte cuántos trenes dejará pasar antes de subirse a uno (si es que lo hace) o, lo que es lo mismo, cuando dejará de vivir de las películas de otros para dirigir su propia vida